Cuando hablamos de leucemia nos referimos a una serie de enfermedades que afectan al sistema hematopoyético, es decir, al sistema responsable de segregar las células regulares de nuestra sangre tales como los glóbulos rojos, los blancos y las plaquetas.
En condiciones normales, la médula ósea produce unas células llamadas mieloblastos, que, al crecer, se encargan de defender nuestro organismo frente a las infecciones.
En el caso de la leucemia mieloide aguda (LMA) ocurre que los mieloblastos se segregan de forma anormal y atacan a la médula ósea, interfiriendo en el transcurso normal de creación de las células y dificultando el correcto funcionamiento sanguíneo.
Esta irregularidad puede desembocar en infecciones, anemia o sangrados fáciles en un primer momento, para acabar desembocando en leucemia mieloide aguda de forma posterior.
Este cáncer, que es importante detectar en una fase inicial para obtener un mejor pronóstico, se propaga de forma muy rápida por otras partes del cuerpo como el hígado, el sistema nervioso, los testículos o los ganglios linfáticos.
La LMA, como el resto de leucemias, puede ser diagnosticada a través de exámenes en la sangre, así como de médula ósea y, aunque la edad media de los pacientes es de 64 años, es una patología que también puede diagnosticarse a una edad temprana.
Cabe destacar que, además, la leucemia mieloide aguda puede aparecer años después de haber recibido quimioterapia y/o radioterapia para alguna otra tipología de cáncer que se haya podido padecer con anterioridad. En este caso, este tipo de LMA es denominada leucemia mieloide aguda secundaria.
Aunque son muchos los estudios e investigaciones que evolucionan hacia encontrar un remedio absoluto a todo tipo de leucemias, linfomas y demás hemopatías malignas, aún quedan avances muy grandes por realizar.
Si te acaban de diagnosticar LMA, o tienes algún conocido a quien hayan diagnosticado recientemente, son muchos los grupos de apoyo y asociaciones de pacientes en los que puedes buscar ayuda, ¡no estás solo!